No carecen de fundamento la imagen popular de un Quevedo chistoso, la romántica de un abnegado patriota, la bonachona del amigo del capitán Alatriste o la del combativo humanista de la tradición española. Pero, de la lectura de sus relatos, poemas y tratados, se extrae la inequívoca conclusión de que, en mayor medida que los escritores españoles de su tiempo, Quevedo estuvo moldeado por la cultura de la península que hoy llamamos Italia, síntesis de tantas aportaciones. Fue un escritor eminentemente romano e italiano, como demuestra la impronta que dejaron en sus libros los satíricos latinos, los poetas elegíacos del amor no correspondido, los moralistas seguidores de los Padres de la Iglesia, el recuerdo de Dante, los versos de